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23 mayo 2012 3 23 /05 /mayo /2012 20:56

La mona, aunque se vista de seda, mona queda…

Por Laura Oroña

Esta película habla de la esencia de las personas, y de cómo esta se mantiene inalterable a través del tiempo y de las mutaciones que puedan ocurrir en nuestro interior como en nuestro exterior.

la-piel-que-habito-2011-banderas-anaya.jpg Vicente es un hombre que, por circunstancias ajenas a su voluntad, termina atrapado, encerrado en el cuerpo de una mujer.

En los créditos vemos las letras rojas, resaltadas con un borde color piel. El rojo es más grueso y más abundante que el bordeado, esto es porque prevalece la sangre, la identidad de la persona, no así su piel, que es, en definitiva, su aspecto externo, el envase. El mismo título lo dice, habla de alguien que habita esa piel, está ahí de manera temporaria y circunstancial, pero no es su piel, no le pertenece, no la eligió.

La escena que sigue nos muestra ya a Vicente/Vera encerrado, bajo tres tipos de enrejados diferentes. Esta sensación de encierro es constante en la película, siendo una de las más representativas aquella en que se enfoca a Vicente detrás de una serie de dilatadores que le provee Robert para que pueda expandir su vagina.

También vemos a Vicente en uno de los afiches que promociona la película, encerrado en una máscara que nos provoca una sensación de claustrofobia. Quizá la misma que sufre Vicente al estar encerrado en una piel que no es la propia, y de la cual solo puede escapar abstrayéndose, mirando hacia dentro de si mismo y ejerciendo control mental.

Cuando Vicente es raptado por Robert, es reducido a la condición de un animal, tirado en un sótano, sucio y comiendo con la mano de manera desesperada. De allí, renace en la piel de Vera.

Al principio, no acepta su nueva piel y su nueva apariencia, y es por eso que opone una feroz resistencia. Y esta resistencia se ve, a mi entender, cuando está vestido con un body negro, que da una sensación de contraste, de negación. Ahí trata de matarse, lo cual tampoco logra porque es salvado por Robert.

Progresivamente, el body va mutando a uno de color natural, y esto es que Vicente va aprendiendo el control mental y el espacio interior desde la práctica del yoga y logra entender que lo importante no es la apariencia, sino la esencia.  Que está encerrado en esa piel y que lo único que puede hacer es amigarse con ella, habitarla.

Ese ve totalmente representado en los grafitis de la pared, donde escribe “respiro” y dibuja una mujer con cabeza de casa: el cuerpo es el de una mujer, pero su cabeza está segura, resguardada en un hogar, en el espacio que él mismo construyó para si. Para no permitir que lo exterior contamine lo interior.

Y es por eso también, quizás, que vuelve a hacer aquello que solía hacer en el negocio de su madre y que lo hacía felíz: el collage sobre muñecos de arcilla. Que no importa cuántas capas de telas floreadas pueda poner sobre ellos, en el fondo siguen siendo de arcilla. Y la arcilla está ahí, vestida, disfrazada, con un aspecto diferente, pero es la base del muñeco.

Finalmente, llegamos al momento en que Vicente se ve reflejado en el periódico, lo cual rompe su paz interior y lo lleva a matar tanto a su raptor como a la madre de éste. Y no es casual que en ese momento este también de negro. Es un signo de rebelión y disconformidad con su apariencia. El mundo exterior vino a irrumpir su calma y lo movió a actuar.

Y termina la película con un Vicente habitando el cuerpo de una femme fatale, radiante y femenina, pero que, en sus últimas palabras, reafirma su esencia y su verdad ante los que ama: Soy Vicente.

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