Análisis de la película "Bastardos sin gloria" (Tarantino, 2009)

La guerra como espectáculo

Por Sebastián Vivarelli

La primer escena de “Bastardos sin gloria” nos muestra una cabaña ubicada en un apacible paisaje. En la misma puede apreciarse a un leñador y a una mujer que tiende la ropa. Cuando un sonido de vehículos altera ese clima de tranquilidad, la mujer deja de tender la ropa, y corre una de las prendas (velo / telón) que nos presenta el comienzo del espectáculo: el espectáculo de la guerra y de la violencia que explotará dentro de la cabaña y se expandirá a lo largo de toda la película.

En otra de las escenas claves del film, que transcurre en un sótano durante el desarrollo de un juego de naipes, se señala que en este “espectáculo” (guerra) los roles de los actores (soldados) son intercambiables, resultando complejo descubrir y separar a “los buenos” de “los malos”, así como quién o qué determina el lugar que cada uno deberá ocupar en la contienda.

Como espectadores de guerras televizadas "en vivo y en directo" (Irak quizás encarne el ejemplo más perfecto) estamos acostumbrados a consumir las terribles imágenes que se nos ofrecen filtradas (anestesiadas) por la mediación de una pantalla.
Tarantino se encarga de remarcar esta situación presentando una paradoja: el cabo Frederick Zoller, protagonista del documental que se proyecta en el cine, no soporta ver sus hazañas (matanzas) de guerra en la pantalla, aunque podemos deducir que sí pudo llevar sobre sus hombros y su conciencia el hecho ser el actor principal en la “guerra real” y matar a personas reales.

El final de la película, que acontece dentro de un cine, el cual se incendia y estalla, nos alerta acerca de nuestro rol de consumidores pasivos de violencia: ninguna persona puede consumir este tipo de “espectáculos” y salir ileso, ya que al momento de hacerlo y aceptarlo como un acontecimiento lógico dentro de la historia del hombre, se convierte en actor principal de los mismos.