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23 junio 2010 3 23 /06 /junio /2010 21:35

 

Miradas ciegas


Por Paula De Giacomi

 

El análisis de la película “Madeinusa” tiene que ver con un aspecto que resonó en mi cabeza durante toda la película y que considero que se repite de diferentes formas: es el tema de la “mirada”.

 

Por un lado se puede observar la mirada del mundo “urbano”, de una sociedad (aparentemente) “civilizada”, representada por Salvador, el protagonista que llega de Lima al pueblo en donde habita Madeinusa. Salvador queda atrapado por unos días en este lugar y es encerrado por el alcalde con la excusa de no poder ser partícipe ni observador de sus fiestas religiosas, las que ellos llaman “Tiempo Santo”. madeinusa.jpg

Salvador durante toda la película tiene una mirada extraña con respecto a lo que sucede a su alrededor. Es el “extranjero”, un intruso que mira asombrado las tradiciones y los rituales incorporados casi naturalmente por los habitantes del pueblo, siempre con su cámara de fotos en mano.

Por ejemplo, desde la ventana (desde afuera de la casa) este protagonista mira la escena incestuosa entra Madeinusa y su padre. Nosotros no la vemos, sino a través de él, de sus gestos, es sólo a través de Salvador que nosotros decodificamos lo que sucede dentro de esa habitación (dentro de ese mundo) porque parece que nosotros también estamos por fuera y los únicos ojos en los que nos podemos posicionar, son en los de Salvador. Nosotros (como espectadores) somos esa cámara que mira a este personaje porque parece que es imposible mirar directa y fijamente lo que no podemos entender.

En otro momento de la película Salvador observa por debajo del marco de la puerta de la habitación (ya a esa altura desde el límite entre el “adentro” y el “afuera”) la escena del padre muerto junto a sus hijas. Él sólo atina a decirle a Madeinusa “Estas loca”… quizás porque todo lo que sale de los parámetros preestablecidos sea locura.

Luego de esto, Salvador queda “atrapado adentro” (simbólicamente) por ser acusado de cometer el asesinato.

 

La otra mirada es la de Madeinusa. Ella en cambio, mira hacia “afuera”.

Mira a todo lo que Salvador representa, como cuando lo espía desde un agujero de la puerta mientras él esta encerrado. Lo mira con ojos atentos, como inspeccionado un objeto preciado.

Para ella, Salvador es Lima, la ciudad, las revistas de moda, la ropa de marca, lo deseado, el destino de la madre, la idea de una mujer femenina con aros llamativos y pelo largo y los zapatos que su hermana nunca pudo tener. Salvador es el puente y el camino para llegar al “otro lado”.

Y así la vemos al final de la película, sentada en el camión en un viaje de ida con el aro que era de su madre (el que le quedó) colgando de su oreja y una muñeca como acompañante, con el pelo largo y trenzado.

Es importante aclarar que los objetos tienen un valor fundamental en esta película. Para Madeinusa los aros son la madre, es el único objeto tangible que le quedó de ella. Pareciera que le otorga ciertos valores mágicos más allá de los emocionales, una especie de fuerza sobrenatural que le permite hacer los movimientos necesarios para trasformarse en lo que tanto desea ser. No puede irse a Lima sin sus “aretes” y es por

 

ellos que se desencadena el final. Los aros contienen toda la historia materna, esa historia de huida que tanto parece haberla marcado.

A su vez lleva colgando del cuello una foto suya, esa foto que en un futuro será recuerdo de lo que fue: de sus ancestros, su casa, su hermana, sus rituales, sus fiestas religiosas, su esencia, en última instancia. Y que por otro lado, evidencia cómo la ven los demás, como si la foto fuese un espejo de ella misma, pero ante la mirada de los otros y específicamente ante la mirada de Salvador. Y así va construyendo su identidad…

 

Salvador y Madeinusa se miran, pero nunca se “ven”.

Estos personajes representan dos caras de una misma sociedad, enfocan sus ojos mutuamente, pero no se entienden. La mirada perturbada ante lo que no se puede aceptar como “natural” se choca con la mirada deslumbrada de lo que se idealiza, por no estar al alcance de la mano. Pero a pesar esto, por lo menos lo intentan.

Mientras tanto hay otros que son ciegos y prefieren tener los ojos vendados, como la estatua de Jesús en Tiempo Santo.

 

 

 

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