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7 septiembre 2009 1 07 /09 /septiembre /2009 17:24

El Club El Silencio y la caja de Pandora

  Por Roberto Carlos De Francesco


                                 La visión de la película me trajo a la memoria  a Borges y su cuento “Las ruinas circulares” donde un mago, ¿será casualidad?, sueña despierto con otro ser, quizás su hijo o su doble y lo materializa y lo hace a su imagen y semejanza … “El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo”…, para luego que su sueño se corporiza, desprenderlo de su lado y encomendarle parte de sus  tareas en otro sitio. Luego se da cuenta que él también es una apariencia, un sueño de aquel que creó.

La obra de Lynch habla, sin duda, de los sueños, no sólo de aquellos que se materializan dormidos sino también los de la vigilia que son ilusiones, deseos y ambiciones de los seres humanos que en el film se corporizan a través de Hollywood, ese lugar que es el emblema en el mundo entero, de la fábrica de ilusiones y que en la película se encuentra presente ya sea sobrevolándola con la cámara o bien haciéndonos entrar en los set de filmación. Pero la metáfora de Hollywood es el club El Silencio, allí nada es real y el artificio está explícito.

En esta obra de Lynch, pongo el acento en dos escenas que resumen, a mi entender, la exégesis del film que son las que ocurren en el Club El Silencio y la aparición de la caja azul.

El Club El Silencio donde veo representado a la industria del cine que crea ilusiones y sueños provoca llantos o estremece a la platea como si fuera un truco de magia. Al igual que en una película podemos presenciar lo que no existe o escuchar el sonido del silencio.

Dado que todo está grabado, podemos prescindir de lo real pues sólo se está creando una ilusión. Esta fábrica de sueños es también la que los aniquila, así Diane es devorada por esa maquinaria que primero destruye sus ilusiones y luego la lleva a la muerte.

 Creo que cuando Rita se  transforma en rubia con la ayuda Betty y ambas se reflejan en el espejo  en un doble juego de iguales y a la vez diferentes se confirma la dualidad y el deseo de Diane-Betty que, si no puede parecerse a la morocha exitosa, será aquella la que se le parezca.

Ya en el Club  se encuentran con un espectáculo que explicita el artificio. Allí no hay banda todo está grabado y alguien puede morir en medio del escenario pero la función continúa. Ese gran creador de mentiras y sueños, el mago ilusionista que nos recuerda que nada de lo que sucede allí el real, provoca primero el llanto de ambas ante la plañidera canción en español, y luego un temblor que sacude a Betty. Allí  encuentran la caja azul, y como Pandora, Camila no puede evitar abrirla, Betty desaparece, ella también. Todo fue un sueño.

A su vez y en una vuelta de tuerca Lynch nos muestra que el ser de apariencia diabólica, y que era el que atormentaba en sus sueños al hombre de Winkies, es quien posee la caja azul y de ella se escurre la pareja de ancianos que llegarán hasta Diane para abrumarla y terminar de desquiciarla.

La caja azul que tiene en su poder el ser misterioso, es para mí la caja del famoso mito de Pandora que una vez que se encuentra la llave
de ella salen todos los males del  mundo y queda encerrada la esperanza.

Diane no tiene escapatoria y debe morir, ella también encuentra la llave azul pero ésta sólo la remite a su culpa y  ya no tiene esperanza, ésta quedó atrapada en la caja de Pandora.  

 

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5 septiembre 2009 6 05 /09 /septiembre /2009 18:16

Escuchar la confesión del simulacro o caer por la hendidura azul

 

Por Lic. Gisela Manusovich

www.elcineenlamirada.com.ar

 

 

“Para conservar la personalidad es necesario salvaguardar la integridad de las máscaras”

Susan Sontag.

 

Hollywood es uno de los emblemas de la razón moderna, occidental y cristiana, y su representación en Mulholland Drive lo señala como un poderoso sistema, articulado desde el cinismo y lo siniestro, al que las jovencitas soñadoras (o soñadas) como Betty mueren (literalmente) por acceder.

Sin embargo este Imperio totalizante[1] (que intenta universalizar una serie de valores sostenidos desde una ideología e intereses particulares) presenta ciertas fisuras que a la vez lo alimentan: las mismas jovencitas soñadoras (o soñantes) como Diane que padecen el cinismo y la negación del sistema.[2]

 

Estructuralmente, Hollywood funciona a partir de la dinámica permanente entre dos instancias: el Star System y el Studio System.

El Star System es la dimensión visible de la maquinaria, la que todos deben ver y adorar, la que saluda desde el escenario, posando justo en medio del haz de luz, mostrando su plenitud destellante y su piel de durazno; el Studio System es la dimensión negada, la que se esconde tras los telones, la que agazapada entre pilas de estadísticas, cuentas, medidas precisas y especulaciones, oculta su ropaje desdeñoso… y sin embargo es la madre de la criatura, la artífice del gran simulacro al que espía desde una hendija.

 

El mundo de Diane es el Studio System que crea desde las sombras el Star System, a Betty y su mundo de artificio, el éxito, el romance, la aventura y hasta una mafia de lentes oscuros y sobretodos negros.

Pero al mismo tiempo el mundo de Diane la va convirtiendo poco a poco, sueño tras sueño en una fisura, en “La fisura”, la locura negada, el residuo maloliente de este mecanismo totalizante.

 

Diane se ha convertido en el síntoma de este sistema y vive con la basura, en la parte de atrás de la postal norteamericana, el bar Winkie’s. Diane se ha convertido en lo Real[3] del sistema, en aquello horroroso que nadie puede ver salvo en las pesadillas, como aquel muchacho que cuando confirma su pesadilla al verla muere o enloquece. Diane tiene la caja azul en sus manos, es la parte de la fisura que funciona como umbral entre ambas dimensiones, el intersticio por el cual entran las vibraciones del mundo Diane al mundo Betty.

Por el hueco de esa caja entraron los viejos. Los viejos son aquello que no puede desaparecer bajo ninguna estrategia de simulacro, es aquello del orden de lo Real que persiste, resiste como una esencia que a pesar de las mutaciones y los velos se mantiene inalterable. Se trasladan en un movimiento pendular, entre ambas dimensiones, vehiculizando el efecto siniestro de la presencia de una verdad horrorosa.

Los viejos escoltan a Betty hasta las puertas del infierno, la despiden en el aeropuerto de Los Ángeles, donde comienza el gran simulacro, el gran artificio.

Ellos son los bordes de Betty, son ese borde que no puede desaparecer, son los emisarios del mundo Diane, del Studio System, que cubren a Betty, la conducen hacia su destrucción.

Y allí estarán también, minúsculos y tormentosos acechando a Diane hasta nuevamente conducirla, hacia su propia destrucción.

 

Hay unos cuantos elementos, en el mundo Betty, que recuerdan la inquietante presencia, como una sombra, como en el baile de los créditos, del otro mundo, el oscuro, el vigilante hacedor de este. Esos elementos generan extrañeza y escozor:

el café negro escupido en la servilleta blanca de la reunión con los productores, la perra que le sale a Betty en el casting, el vaquero, la vecina del enigma, la artificiosidad en el glamour de Rita a pesar de la peluca rubia.

Lo Real se cuela, resiste los embates del maquillaje, y perturba, inquieta al punto de volverse siniestro.

 

El Club del Silencio funciona como el espacio utópico de la conciencia ubicado en la bisagra de los dos mundos. En este lugar Betty puede sentir a Diane vibrándole en su cuerpo. En este lugar el simulacro se confiesa. En varios idiomas la advertencia del engaño es enunciada, pero aún así, siempre que alguien llore por amor será más atractivo de creer que una fría grabación y un silencio.

 

Pareciera que la confianza en el Sistema no fuera una cuestión de encandilamiento ni de hipnosis, sino una voluntaria y cínica decisión.[4]

 

Lo Real, el mundo otro, aquel que en realidad gobierna desde la penumbra ya dio suficientes señales. Es hora de enfrentarlo. Es hora de abrir la caja azul.

 



[1] En El sublime objeto de la ideología Slavoj Žižek plantea que todo sistema que se pretenda universalista, totalizante, presenta desequilibrios ulteriores que a su vez lo definen, fisuras necesarias y constitutivas. Estas fisuras funcionan como síntomas necesarios de y para este sistema hegemónico que al mismo tiempo las produce y las contiene.

 

[2] Michel Foucault sostiene en Historia de la locura en la época clásica que la razón occidental necesita negar para afirmarse a sí misma. Para afirmar su translucidez, su transparencia, su primacía, debe negar la locura.

 

[3] A lo largo de sus seminarios y conferencias Jacques Lacan ha definido lo Real como un punto traumático que siempre se yerra, pero que pese a ello siempre regresa, un núcleo duro que resiste a la simbolización, una roca, un resto que persiste, como imposible. El único punto en que nos acercamos a este núcleo duro es el sueño.

No se puede alcanzar, tampoco eludir.

Es algo que persiste como fallido, errado, en la sombra, es en sí un agujero, es la encarnación de cierto vacío.

Y este vacío nos constituye como sujetos y (según Slavoj Žižek) como sociedad.

 

[4] En Crítica de la razón cínica, Peter Sloterdijk afirma que el modo de funcionamiento dominante de la ideología es cínico. El sujeto cínico está al tanto de la distancia entre la máscara ideológica y la realidad social, pero pese a ello insiste en la máscara.

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5 septiembre 2009 6 05 /09 /septiembre /2009 17:21

Mulholland Drive nos habla de los sueños.

 

Por María Cristina Di Belli
Pero de qué sueños ¿De los del ideal social común? ¿De los propios, más oscuros, más viscerales, más reales?

Es un film que permite distintas lecturas ya que se desarrolla en varias dimensiones. Los personajes son a la vez protagonistas y antagonistas. Este desdoblamiento produce una falla, una fisura en la historia, por donde se cuelan los deseos ocultos, reprimidos. Se produce un conflicto entre el “ser” y el “deber ser” que conducen a desenlaces por lo menos inquietantes.

 

Betty, una rubia, bonita, ingenua, llega a Hollywood para comenzar su carrera de actriz, que según cree, la llevará a la fama y al éxito. En el viaje conoce a una pareja mayor, de apariencia simpática, protectora, pero que a solas revela su lado siniestro, terrible.

Ensaya con entusiasmo el guión para su primera audición en un estudio cinematográfico.

Pero en la entrevista ya se introduce un elemento discordante: Desempeña su rol no como lo había preparado (de manera natural) sino en forma sensual, erótica. El director Bob Brocker parece ausente, no presta atención a la actuación y sus palabras finales son más una crítica que un elogio (Betty desempeña el rol equivocado).

 

Tomemos el personaje de Adam, representa el arquetipo del americano de clase media. Es un reconocido director cinematográfico, un hombre exitoso con una holgada posición económica.

Debe elegir a la actriz de su nueva película y sus productores de aspecto y conducta mafiosos,  le imponen a Camila Rhodes, una chica muy parecida a Betty en su aspecto físico, que canta para él una canción inocente, casi tonta. Le repiten “This is the girl”, ella es la chica, no otra.

El resto del elenco queda a su elección. Los personajes secundarios no cuentan.

 

El vaquero, legendario héroe de las películas del oeste, le advierte a Adam, que si hace las cosas bien triunfará, si no…

 

Pero ¿quién es Camila Rhodes?

En la foto que le muestran a Adam, una rubia, linda, casi insulsa.

Pero él desea que la actriz sea una morena, ardiente, voluptuosa, sensual.

 

Adam  terminará eligiendo a la Camila Rhodes de sus sueños. La lleva al éxito, al dinero, a la fama. La vida les sonríe, están a punto de anunciar su matrimonio

 

Pero, ¿Qué pasó con Betty?, ya no es ella sino Diane, el despojo que quedó cuando sus sueños se hicieron trizas.

Ama a Camila, pero también la odia, ya que triunfó donde ella fracasó, desechó su amor y aceptó el de Adam.

Su vida no tiene sentido.

Debe matarla. Cuando contrata al sicario que se hará cargo del crimen repite “This is the girl”, la inadecuada, la que debe desaparecer.

 

Un accidente inesperado salva la vida de Camila.

Asustada, semiinconsciente se esconde, comparte un sueño con Betty y al darse cuenta de que corre peligro, decide cambiar su apariencia.

Betty para ayudarla intenta transformarla en su doble.

Camila con peluca rubia es el doble de Betty, pero cuando se la quita vuelve a ser ella misma, capaz de despertar el amor y la pasión de su amiga.

 

Dijimos al comienzo que estos personajes son a la vez cara y contracara.

Dijimos también que el film toca el tema de los sueños. Ahora trataremos de aclararlo

Los sueños están tratados en varios planos: como el mundo onírico, como ambiciones y también como un anhelo supraindividual: “el sueño americano”. La aspiración de los hombres que organizaron los Estados Unidos con el deseo de construir una sociedad homogénea.

No resultaba fácil integrar a los rubios y puritanos colonos británicos que llegaban a América para construir “la nueva Jerusalén” con los indios,

hispanos, negros con quienes compartían el territorio, a los que luego se sumó el aluvión inmigratorio. Ellos estaban presentes en los márgenes de la realidad, siempre pugnando por entrar y contaminar los ideales que habían forjado los fundadores.

El vehículo para aglutinar esa masa heterogénea fue el “sueño americano”. Creado sobre principios cívicos, religiosos y étnicos este proyecto afirmaba que si los hombres respetaban a Dios, cumplían con las normas y trabajaban sin descanso, serían recompensados por la Providencia con éxito y fortuna.

El “sueño americano debía hacerse carne. Para eso apelaron a todos los medios. No desdeñaron los aportes de la Escuela de Frankfurt, que nacida al amparo de las ideas de Marx, obtuvo sus mayores logros con el uso que hizo de ellas el capitalismo. Los “mass media” son una herramienta para crear conciencia, y el cine y luego la TV resultan los vehículos más idóneos.

El modelo se repitió otra vez y saturó a la sociedad.

Y la sociedad lo aceptó. Pero ese mundo ficticio, perfecto comenzó a agrietarse y por sus fisuras empezaron a filtrarse pasiones, deseos reprimidos, actitudes inconvenientes.

Veamos el caso de Betty, la pareja mayor que la acompañó en el viaje representa a los “padres fundadores”, los creadores del modelo.

Pero ella actuó en forma impropia, por eso la castigan llevándola a la locura y al suicidio. Su papel era el de la rubia americana, ingenua, simpática, perfecta esposa y madre para el “American Adam”, no el de una erótica seductora. Ese era el rol de Camila, la latina, la que no formaba parte del “american way of life” y que correspondía al mundo de los bordes, de la fantasía.

Camila logró colarse por esos bordes y llegó al centro.

Adam la eligió y fue la ruina de ambos.

Pero hay otra vuelta de tuerca: Betty y Camila se aman. La rubia Camila Rhodes (la de la foto) besa en la boca a la Camila morena. Desean fundirse, ser una sola persona. Dejar de ser arquetipos, ser personas completas con sus contradicciones, sus claroscuros, su individualidad.

Pero ¿Quiénes son los productores mafiosos? Representan las convenciones sociales, no responden a las leyes, pero actúan con fuerza demoledora. Sin embargo no son “el poder” sino simples emisarios. El poder está muy por encima, frío, deforme, aislado, muy distante de las pasiones humanas.

Hollywood esa fábrica de sueños es la metáfora de Estados Unidos. El país que quiso construir un sueño colectivo, pero en ese sueño luminoso no tenía cabida lo distinto, lo individual, lo oscuro. Todo era diáfano y perfecto, sin los interesantes matices de gris que hubieran aportado los deseos “socialmente incorrectos”.

Se intentó reprimirlos, pero se concentraron convirtiéndose en la espantosa figura de ese vagabundo, que es la encarnación del mal absoluto, porque no tiene la posibilidad de balancearse con el bien.

Betty y Camila se equivocaron, salieron de los roles prefijados para hacer lo  prohibido. Eso las llevó al desastre.

Al final Camila y Betty se mimetizan, pero ya no hay remedio. La luz brillante de ese mundo perfecto las ha quemado, transformándolas casi en fantasmas.

 

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4 septiembre 2009 5 04 /09 /septiembre /2009 17:20

Detrás del telón

 

Por Paula De Giacomi
Cuando vi Mulholland Drive, de David Lynch por primera vez las sensación que me invadió fue de de caos y confusión. Después de volver a verla, de escuchar las diferentes perspectivas, y de tratar de exprimir mi capacidad de asociación al máximo,  algo pude despejar de este complejo mundo de representaciones metidos minuciosamente en cajas chinas que parecen interminables. Pero parece que debajo de todo caos, prevalece cierto orden…

 

Mi tesis sobre esta película es la siguiente: creo que nos habla de como en el mundo del espectáculo (en este caso representado por Hollywood) se oculta intencionalmente (detrás del telón) una parte oscura del mismo y se muestra solo la parte “luminosa”  para poder manipular a quienes participan activamente en este sistema y también en última instancia, a quienes lo hacen pasivamente, como el espectador.

 

Tomé como punto de partida una secuencia que para mí es muy significativa: “El club del silencio”. Creo que en este parte de la película se nos esta hablando de algo que se repite y que se relaciona con el artificio, la representación y también, con la hipocresía.

Las dos protagonistas, Betty y Rita, entran en este lugar desconocido a mitad de la noche y se ubican en unas butacas, son espectadoras (como nosotros). ¿Pero, espectadoras de qué?

El aspecto de ambas en esta escena es similar porque Rita lleva una peluca rubia que tapa tanto su diferencia con Betty (su pelo morocho), como también su propia singularidad. Rita, vestida de negro, parece ser una sombra, quizás la parte oscura de Betty. Betty, por otra parte, representa lo que se deja (o se debe) ver. Ella esta vestida de rojo, como el telón que vemos en el escenario, porque quizás también ella tenga algo que ocultar, algo que a pesar de todos los intentos por negarlo, no deja de estar ahí.

Ellas parecen siamesas, entrelazadas no se despegan la una de la otra, parecen ser la misma persona y creo que esto representan las dos caras del mismo sistema que las envuelve. Este sistema que tiene un lado visible, “maquillado” (que podría ser representado más adelante por Camilla) y el otro oscuro, a cara lavada y en las sombras (representado luego, por Diane).

En la misma secuencia del “Club del silencio” observamos a un hombre con apariencia de mago o ilusionista, que les (y nos) dice: “No hay banda”, suenan los instrumentos pero él sigue insistiendo (en varios idiomas, que denota cierto rasgo universalidad) que todo es una grabación, mientras como por arte de magia, hace sonar las trompetas para callarlas con un movimiento de mano un segundo después. Este personaje parece hipnotizar con sus ojos, una mirada profunda hace que Betty se sacuda en su asiento sin poder controlarse. Todo es una grabación, pero hay un telón que tapa lo que esta detrás, no vemos el aparato que hace sonar la grabación, solo escuchamos el “como si” de la banda sonando. Y también aparece la niebla, que no nos deja ver (como el telón) y que tiñe nuestros ojos de confusión.

Este sujeto simboliza para mí la manipulación, digita con sus manos las acciones ajenas, como también lo hace el director y los productores a lo largo de la película. Todos estos personajes son los encargados de hacer y deshacer, y si hablamos de ellos como personajes simbólicos, hacen y deshacen tanto el “espectáculo”, como la vida de quienes están por dentro de éste, estos personajes representan, en este caso, a Hollywood. Y Hollywood es “magia”, pero la magia, es en su esencia misma, un engaño.

Luego vemos en el escenario a un personaje llamado Rebeca del Río, con su canción a capela y en castellano, que hace llorar a Rita y a Betty (y casi me hace llorar a mí). Esta mujer tiene una lágrima dibujada en su cara, su maquillaje excesivo denota falsedad, que después vamos a terminar de descubrir cuando ella cae desmayada al suelo y la música sigue sonando. Ahí todo se desmorona, metafórica y literalmente. No era su vos, no era su dolor, era solo una grabación (y eso que nos avisaron tantas veces de esto, pero igual nosotros también “caímos”…).

Por último, en esta secuencia aparece un personaje misterioso (con peluca azul) que observa toda la situación desde un palco ubicado arriba, al costado del escenario. La película termina con este personaje diciendo la palabra “silencio”, palabra que hizo despertar de sus sueños a Rita, aparentemente sin entender que sucedía, pero recordando algo que la llevaría a este lugar extraño. Este personaje daría la impresión de ser una especie de “juez”, o de “dios”, que parece tener la última palabra. Es alguien que parece estar “por encima” de la situación (se evidencia esto por la ubicación de la cámara) y que ve todo desde otra perspectiva. Quizás la palabra “silencio” en este contexto, tenga que ver con algo que se relaciona con lo “puro”, con la ausencia de “ruidos” (ruidos como símbolos del artificio). No hay banda, no hay música, no hay grabación, no hay nada… solo el silencio. Y si tenemos en cuenta como terminó Diane, podemos también preguntarnos si esta última palabra “silencio” no tendrá que ver con la muerte…

En un nivel más explícito, toda la película esta atravesada por personajes que de alguna manera están relacionados con la creación de una realidad ficticia, vemos entonces: actrices frustradas (Diane), actrices exitosas (Camila), directores, productores, escenografías, cámaras, pelucas, escenarios, etc.

Además se evidencia en la película los diferentes niveles de poder: como el director tiene poder sobre las actrices, como los productores (un tanto mafiosos en este caso) lo tienen sobre el director, como las empresas (quizás representada por el personaje del “enano”) están detrás de los que producen, y así la cadena de poder se va ejerciendo sobre el más débil, o sobre el más vulnerable. Pareciera que toda la vida de Diane depende de estas decisiones ajenas, de la aprobación o desaprobación de quienes son dueños de los dedos que marcan el éxito, o el fracaso.

Más allá de como se quiera plantear la película (las posibilidades de la historia pueden ser varias) creo que todas hablan de este mundo de fantasía que se nos muestra, muchas veces sobrestimado, para no evidenciar entonces lo que hay detrás: un mundo de manipulación absoluta que no deja de hipnotizarnos, y que a pesar de que nos dice que “no hay banda”… nosotros la seguimos escuchando como si fuera real.

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3 septiembre 2009 4 03 /09 /septiembre /2009 17:18

SILENCIO AZULADO

 

Por Lorena Marazzi.

12/09/09

 


Mulholland Drive plantea una polémica entre lo superficial y lo profundo, lo artificial y lo verdadero, lo importante y lo accesorio.


La dualidad y la disociación son una constante. Desde la bifurcación de la ruta que da título a la película, pasando por las dos protagonistas, los dos ancianos que acompañan a Betty en su llegada a Los Angeles y que la atormentan en su partida, las dos llaves azules, todos pares que funcionan como dos caras de una misma moneda.


Dos elementos recurrentes podrían representar estos dos mundos: la palabra silencio, que estaría del lado de lo profundo y verdadero, y el color azul, representando lo artificial y aparente.


Rita despierta a las dos en punto de la madrugada al grito de silencio, como de un sueño revelador. Pareciera que necesitara callar el ruido para meterse en su interior, para ir a lo profundo de las cosas y de ella misma, para descubrir su identidad, para conocer la verdad. Rita y Betty van al Club Silencio, juntas, como dos instancias de una misma persona. El club es como un teatro semi vacío donde nadie aplaude, donde un presentador con apariencia de mago repite "No hay banda" en varios idiomas, para que todo el mundo entienda. Un músico parece tocar una trompeta pero demuestra que en realidad, está grabado. Y el presentador insiste "No hay orquesta, todo es una grabación", "todo es una ilusión". Luego se pierde en una tormenta de humo azul. Una mujer desde una posición privilegiada puede ver todo el teatro, tiene una peluca azul.

La "Llorona de Los Angeles" emociona con su canto pero en la mitad se desvanece y la retiran del escenario. La canción sigue sonando, también grabada, y vaticina el dolor inevitable que le sigue al amor. El mismo dolor posterior a la destrucción de ese sueño de éxito, brillo y felicidad, del sueño americano individual y colectivo.

Todo es una gran ilusión creada por Hollywood que nos quiere vender un mundo irreal a través de artistas que usa y desecha, sistemáticamente. Como esa repetida frase "Esta es la chica", impersonal y tirana. Como el cambio de roles y personajes, metáfora de la despersonalización del individuo al entrar en estas maquinarias. Como esos personajes ex estrellas devenidas a menos, como material descartable.


Otro lugar desde donde accedemos al lado más real de las cosas es el bar Winkies, en cuyas mesas se hablan verdades y se toman decisiones determinantes. Winkies parece ser un guiño a El mago de Oz, ya que así se llama uno de los países de Oz. En El mago de Oz también se evidencia el artificio, se desenmascara al mago, se cae un gran dios y los personajes necesitan del reconocimiento ajeno (medallas y diplomas al Sr. de Hojalata, el león Cobarde y el hombre de paja) para sentir que tienen lo que en realidad carecen (corazón, coraje y cerebro). Como jugar a la mentira.

Y la mentira se asocia con ese azul eléctrico, artificioso, atractivo, que nos seduce y encandila. Que parece profundo por su intensidad pero engañosamente, aparenta algo que no es. Cuando Dianne le pregunta al asesino que contrata qué abre la llave azul que él le muestra como señal, se ríe. Porque no importa qué abre sino su apariencia, su distintivo color azul.

Caja azul, llave azul, calle azul, humo azul, peluca azul. ¿Qué es lo que esconde ese azul tan maquillado que hasta se vale de efectos sonoros para ser aún más llamativo? ¿Qué es lo que intenta tapar? Al igual que las luces enceguecedoras y los quemados flashes del éxito de Hollywood. Debe ser importante lo que hay detrás...


Rita y Betty van al Club Silencio a buscar algo de salvación pero ya es tarde, ya no podrán escapar de la gran trituradora de sueños porque una vez adentro, no hay llave azul que abra la puerta de salida.


Las canciones siguen sonando mientras los sueños se desvanecen, toman la apariencia de ese humo azul para morir, esfumándose sobre el escenario.


Humo azul, silencio, fin.

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2 septiembre 2009 3 02 /09 /septiembre /2009 17:17

UN LABERINTO DE FICCIONES


Veo un laberinto en sueños, caminos, calles, avenidas y ciudad,  múltiples puertas que abren nuevos destinos.

Puerta de auto, de  casas, de placard, de baño, de salas, de vidrio,   de estudio de cine, del club del silencio, de la tranquera del vaquero, y así

ad-infinitum… de un laberinto del cual no se puede salir, solo se  puede escapar hacia arriba.

Perdidos en un huis clos… o hacia el reflejo deformado de un laberinto espejo al que se accede por otra puerta-caja (cajita azul).

Hay signos de irrealidad en la realidad de la ficción, la imposibilidad de comunicarse entre dualidades.

¿Hay signos en la imagen reflejada?

El teatro de la vida-ficción esta montado por un maestro que cuando la orquesta desaparece y no la hay, la maestra de ceremonias nos dice: Silencio…

Callamos y volvemos a entrar al laberinto.

 

Jorge Lincovsky

27-8-09

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1 septiembre 2009 2 01 /09 /septiembre /2009 17:13

¿Lynch o no Lynch? ese es el dilema

Por Dalia Trujillo

Sabía que no era fácil enfrentarme a Lynch. Lástima no haber tenido una cámara que filmara mis caras durante esas dos horas veinte!, pero al final no pude mas que hacerle caso a esa mujer con su pelo azul que me miraba desde arriba y me decía …silencio…y así permanecí por un tiempo: en silencio. Clavados mis ojos ante la pantalla mientras pasaban letras, yo, en silencio.

 

Así fue ese primer impacto con  Mulholland Dr.

Por bastante tiempo, me venían a la mente escenas, queriendo buscarles alguna explicación, parecía que la encontraba, después no…intentaba con otra, trataba de darle un sentido… Casi, si pero no… hasta que, confesando que al verla por cuarta vez y haciendo uso de todo lo trabajado con Gise y mis compañeros, comencé a darle alguna forma, una idea, una intención.

 

 

Sin moverme del eje de los “sueños” me centré en las escenas de “el vaquero”. Y en una línea dentro del film traté de ubicar a este personaje y veo (cosa que no lo había visto en un primer momento) que es “quien” marca el final de “ese sueño” y el “despertar”.

 

 

---------------V-------------V-------------------------V-----------

(….sueño……….llamado a despertar……realidad……….)

 

 

 

La primera escena donde aparece este personaje se inicia con una toma de un cráneo de una vaca y por debajo una lámpara con una bombita de luz, la cual, aparentemente no hace buen contacto, prende y apaga.

¿Por qué estos dos elementos? Un “cráneo”, huesos… lo descarnado, vacío, no hay nada dentro, no hay ojos, no hay orejas, no hay lengua, no hay sentidos y se suma que es un cráneo de un animal que se conduce en manada o mejor dicho es conducido.

¿Y esa lámpara? En cortocircuito…prende, apaga, prende hasta que finalmente se apaga…no se ve conexión alguna...¿dónde esta la fuente de energía de esa luz?, parecería que de ella misma…

Y en ese contexto nos encontramos con Adam, el director, y con la aparición de “el vaquero”.

Adam, que fue llamado, convocado por el vaquero, que llega a su encuentro a través de un camino oscuro y sinuoso, que espera ese encuentro rodeado por un cerco de palos, Adam que es el director pero que no puede dirigir, que no puede elegir, ni determinar, un Adam que poco queda de él, que fue engañado, presionado, manipulado. Un Adam aun con restos de pintura rosa. Un Adam que no es Adam, un Adam que es Diane con algo de Betty. Y allí mismo, ante ese ser casi desvastado aparece “el vaquero”, extraño, raro, con un gran sombrero blanco sobre su cabeza, con sus manos en los bolsillos durante toda la escena y con una actitud segura, determinante y el diálogo entre ellos comienza.  

“Gracias por venir a verme hasta acá desde ese lindo hotel del centro” le dice el vaquero en su saludo, parecería que ironizara sobre el sitio real en que Adam se alojaba, Adam intenta llevar la conversación al punto y el vaquero le señala que le “gusta ir al grano”, el vaquero dice: “la actitud de un hombre tiene mucho que ver con la forma en que será su vida”, se lo hace repetir a Adam, se asegura que hubiera entendido estas palabras. Metaforiza sobre un cochecito a motor en el que solo cabe una sola persona, pero que puede … “dependiendo de su actitud” llevarlo también a él y remarca que no puede elegir a la protagonista de su película sino que tiene que aceptar lo que se le impuso apareciendo nuevamente la frase “esta es la chica”. El vaquero termina el diálogo diciendo “si haces las cosas bien me veras dos veces, sino una”.

Desaparece el vaquero, se apaga la luz y vemos un plano sobre un ángulo oscuro de ese sitio aparentemente sin salida.

 

 

Entonces…Adam no es Adam, el vaquero no es un vaquero, ni Camilla es Camilla, ni Coco es Coco, etc.

En realidad todo es la misma Diane, todos los personajes  de sus sueños son ella misma, porque justamente en los sueños todo vale, en los sueños se representan los deseos, en los sueños lo subconsciente se hace conciente, y es en los sueños donde lo que tal vez fue un detalle en la vigilia es tomado para representar situaciones que no podrían manifestarse sino fueran a través del fantástico, misterioso y laberíntico mundo de los sueños.

Es allí donde Diane puede dar rienda suelta a sus deseos, a sus fantasías, a  sus negaciones, a sus temores, a sus intenciones, es allí donde Diane hace conciente todas sus emociones y las representa a través de diferentes personajes.

 

El vaquero en su segunda aparición, despierta a Diane de este sueño… la vuelve a la realidad en un abrir y cerrar de puertas, en un movimiento de bisagra, la película cambia a otro mundo, al mundo de lo conciente.

 

La tercera escena del vaquero es casi insignificante, ya Diane en su mundo real lo ve irse de la fiesta, parecería  parte del ir y venir de ese entorno en el cual, a pesar de estar rodeada de Hollywood, Diane se sentía plenamente desdichada luego de haber reconocido explícitamente su fracaso (en su diálogo). ¿Es que ella también debería irse como el vaquero?

Apenas lo vio, duró segundos, pero fue significativo, tanto como para que fuera incorporado en su sueño, tanto como para ser parte de su dilema, tanto como para hacerlo decir “la actitud de un hombre tiene mucho que ver con la forma en que será su vida”…  ¿o su muerte?

 

 

¿Qué pasó con Diane? ¿Qué pasó con sus sueños? ¿Qué pasó con su vida?

Manipulación, humillación, miedos, fracaso, desamor,  enajenación, destrucción, aniquilación.

¿Quién o qué hizo todo eso? ¿Fue la misma Diane? ¿Fue Hollywood?  ¿Fue un Sistema Destructivo en el cual Diane intentó sobrevivir? ¿Fueron ambos?

 

Podemos volver a ver la película y volver a reflexionar…podemos también quedarnos con la idea final de “como un sistema aparentemente perfecto deslumbra hasta cegar para que no podamos ver la perversión que subyace y lo sustenta”.

 

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27 agosto 2009 4 27 /08 /agosto /2009 15:06

Acá les dejo el cuento en el que pensó Roberto a partir de Mulholland Dr.

Las ruinas circulares.
Jorge Luis Borges

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.

El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.

Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.

A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.

Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.

Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.

En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó. 

 

El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.

Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.

Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.

El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.
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26 agosto 2009 3 26 /08 /agosto /2009 15:54
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25 agosto 2009 2 25 /08 /agosto /2009 21:38

 



FUNDACION CINETECA VIDA

p r e s e n t a



JUEVES 27 de Agosto y JUEVES 3 de Septiembre a las 20 hs.
y

DOMINGO 13 y DOMINGO 20 de Septiembre a las 17.30 hs.


Georges Meliés
Un espectculo de cine mudo para todos los públicos con proyección de cortometrajes del Señor G. Meliés rodados entre el 1896 y el 1907 por la STAR FILM.

Música, sonidos y ruidos compuestos e interpretados por
Mirko Meca.
 Instrumentos utilizados en vivo:

Guitarra eléctrica hablante, globos blancos explotantes, lira metálica, xilfono, mini trompeta, silbados, oso hablante, mini batería, radiografías, mini piano, campanas, latas, bandejas, flauta de ebolo, arco de violín, cubo de basura metálico, bocas silbantes, atril de pintor, mini bocina, flechas, rasga-espalda hablante, papel de periódico.


***Acceso a nuestras funciones es por un bono contribucin de $ 6.- ***

FUNDACION CINETECA VIDA

Boulogne Sur Mer 549

Telfono: 49 63 75 91

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Atencin e informes : Lunes a Viernes de 16 a 20 hs.

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