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7 junio 2012 4 07 /06 /junio /2012 04:13

Les dejo mi homenaje a Leonardo Favio para Club Lumiére.

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2 junio 2012 6 02 /06 /junio /2012 16:52

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Eduardo Grüner es para mi La UBA.

Lo tuve como profesor en dos materias de mi licenciatura y ese privilegio marcó mi vida.

Desde allí acabé por amar el conocimiento, los mecanismos del pensar. A partir de Grüner entendí que la escritura académica no debía estar divorciada de la belleza, pero mayor fue mi sorpresa cuando confirmé que mucho menos del humor.

Su libro El sitio de la Mirada siempre fue mi referencia, mi faro. Es por eso que este blog lleva este nombre en su homenaje. Ahora, y como consecuencia de largas décadas de desidia y abandono, este Profesor y cientos más como él, son el emergente y síntoma de una estructura enferma que está por aniquilar nuestra Casa de Estudios tan amada. el sitio de la mirada

Comparto su carta pública y los invito a participar de la clase magistral que se desarrollará el viernes 8 de junio en la Facultad de Sociales para defender entre todos a Grüner y a aquello que representa, para mi: La UBA.

 

 

Carta pública a (todos) los miembros de  la UBA. Por Eduardo  Grüner

Compañeros, colegas, amigos, conocidos, “público en general”: 


El conflicto por los horriblemente llamados “jubilables” de la UBA podría estar alcanzando en las próximas semanas un punto culminante. Ya ha habido notas en los medios, programas de radio, circulan solicitadas y petitorios, hay miles de firmas en solidaridad con los afectados, y el 8 de junio se está preparando un gran acto bajo el formato de “clase magistral” a cargo de algunos / as afectados / as, deseablemente con presencia de los medios y de legisladores que votaron la Ley 26508 del año 2009, y que el rectorado desobedece con argumentos francamente deleznables.

Todo esto, sin embargo, con ser mucho, todavía no es suficiente. Ni siquiera todos los afectados, menos aún todos los miembros de la comunidad universitaria, no digamos ya la sociedad argentina en general –que es la que sostiene a la UBA con sus impuestos-, tiene una idea acabada de lo que se está jugando, de la ferocidad inaudita de esta embestida contra la mayor casa de educación superior del país (y probablemente del mundo: sí, del mundo , puesto que con nuestros 320 000 estudiantes ya somos más grandes que la UNAM, que tiene 14 veces más presupuesto que la UBA). La posible “liquidación”, por medio de una acción ilegal, de alrededor de 650 docentes de todas las categorías es una amenaza que de ninguna manera  pierde su vigencia por el hecho de que sus designaciones hayan sido precariamente renovadas hasta el 31 de julio. Más bien al contrario, esta “renovación” se vuelve harto sospechosa justamente porque  ha trascendido la promesa “extraoficial” de que luego se extenderá hasta el 31 de diciembre (y no al 31 de marzo, como es la costumbre académica): ¿por qué entonces no hacerladirectamente  hasta esa fecha (lo cual de todos modos sería improcedente, pues debería hacerse al menos por cinco años más)? ¿Se está especulando con un “retroceso” motivado en nuevas “esperanzas” que permita seguir con las acciones? En todo caso, es un método que bien puede calificarse de sembrador de terror: crea incertidumbre, nadie está seguro de si le va a tocar o no, etcétera. Y no son solamente los mayores de 65 años los que de pronto han sido sumidos en ese túnel de inseguridad: ya los que hoy tienen 63 o 64 tienen que ir poniendo “las barbas en remojo”.

Sea como sea, de lo que se trata es de un gigantesco ajuste, no solamente económico, sino integral. Ya sería suficientemente catastrófico que se lograra echar (porque eso es lo que es: un despido sin preaviso ni indemnización, disfrazado de “jubilación” forzada e –insistamos en esto- ilegal ) a la “materia gris” más probada y de mayor experiencia de la Universidad, hombres y mujeres en plena actividad productiva en los campos de la enseñanza, la investigación, la extensión y la transferencia de saberes de todo tipo, la publicación de libros y artículos, y a la cual se la maltrata y humilla de la manera más desconsiderada haciéndole saber vía Banelco que no existe más para la Universidad, después de haber servido lealmente a la UBA durante décadas, y sin considerar la situación particular de tantos de ellos / as que por la propia historia del país de la cual fueron víctimas (exilio, imposibilidad de trabajar durante la dictadura) no ha podido sumar los años de aporte necesarios para recibir una jubilación digna, o que aún sumándolos, y creyéndose “amparados” por una Ley (votada por unanimidad del Congreso de la Nación en 2009), no ha iniciado sus trámites de jubilación, con lo cual de un día para el otro y sorpresivamente se los deja en la calle en el más pleno desamparo –situación doblemente grave en las facultades “no profesionalistas” donde la mayoría de los afectados vive exclusivamente de la docencia-. Hasta la peor de las empresas privadas está legalmente obligada a dar un mes de preaviso y la indemnización correspondiente al empleado que despide.  La UBA, evidentemente, no.

Pero aún al margen de tales consideraciones “humanitarias”, esta política intempestiva atenta de manera brutal contra la normalidad del trabajo académico en general. Significa  el desmantelamiento de cátedras enteras, de equipos de investigación, de  colectivos de producción científica e intelectual en todos los campos del conocimiento. Vale decir: no se trata tan sólo de los directamente golpeados, lo que ya sería suficientemente grave. Es toda  la comunidad universitaria (docentes y estudiantes), es toda  la práctica vinculada a la creación de saber la que sufrirá un empobrecimiento desastroso.

Pero este es sólo un  aspecto. Este “ajuste” viene a sumarse a los tantos otros “ajustes” permanentes  con los que tenemos que convivir, y que en cierto modo hemos “naturalizado”: por ejemplo, la existencia de algo así como un 30 % de docentes de la UBA llamados ad honorem , que sostienen las “trincheras” de la enseñanza, y a los que se les hace el “honor” de permitirles trabajar sin cobrar un centavo (o sea, poniendo plata de su bolsillo para trasladarse, comprar libros y materiales y demás), en lo que significa de hecho un sistema de trabajo cuasi-esclavo; o la existencia, entre los que sí cobran un magro salario, de algo así como un 70 % de docentes “interinos”, no-concursados, vale decir “inestabilizados” por la desidia, el atraso o el desinterés (desinterés bieninteresado , en muchos casos) en el llamado y sustanciación de los concursos (vale la pena recordar que uno de los argumentos contra los “jubilables” que sí están concursados es que sus concursos están vencidos, como si su no renovación fuera culpa de las víctimas).

Es decir: bastan estos datos rápidos para advertir que la UBA es hoy la institución estatal con el índice más alto de precariedad laboral en todos los sentidos. Algo que debería ser absolutamente intolerable que ocurriera en cualquier lado –sobre todo en épocas en que tanto se nos señala la “recuperación de derechos”-, y con mucha más razón para una institución consagrada a la formación científica, intelectual y cultural de miles y miles de jóvenes que constituyen, también se nos dice, el denominado “futuro de la nación”.

Sin embargo –seamos sinceros con nosotros mismos- en general lo estuvimos tolerando. Aunque tenemos nuestras agrupaciones gremiales, nuestros sindicatos y nuestros ámbitos de reunión colectiva, la propia dispersión de nuestra presencia física en las facultades (que en sí misma es una consecuencia del “ajuste permanente”, ya que nuestros edificios no cuentan con los espacios adecuados, en muchos casos ni siquiera los espacios adecuados para trabajar ), sumado a que estamos obligados a correr de un lado a otro para juntar de manera dislocada el dinero para llegar a fin de mes, y a cierto “individualismo competitivo” característico de la naturaleza de nuestro trabajo –muchas veces solitario- ha provocado esa “naturalización” del desastre que estamos describiendo.

Pero estamos llegando, al mismo tiempo, al límite de lo soportable. Entendámonos, por favor: se trata de la UBA, un lugar al que muchos amamos sinceramente y le hemos dedicado una buena parte de nuestras vidas. La docencia no es un trabajo de oficina, burocrático, rutinario, donde marcamos el reloj a la entrada y la salida, y de puro tedio nos escapamos a tomar un cafecito cuando el jefe no mira. La docencia es para el docente (primario, secundario o universitario) su existencia misma. Lo que le pase a la UBA nos pasa a nosotros mismos, en nuestras cabezas y en nuestros cuerpos.

Entonces, ¿nuestras cabezas y nuestros cuerpos van a seguir fingiendo que todo esto es “normal”, que quizá tiene sus problemitas y sus molestias, pero nada que no suceda en cualquier trabajo? No, no podemos. Nuestra dignidad humana y la dignidad de la UBA como institución están en la picota.

La cuestión es, por otra parte, profundamente política, en el más alto y noble sentido de la palabra. Es hora, en la UBA y en todas partes, de devolverle a esa palabra toda su altura y su nobleza. De no permitir que se la bastardee para los intereses mezquinos de camarillas semiocultas e irresponsables, que producen estos verdaderos atentados, incluso contra el propio lenguaje. Por ejemplo, alinvocar nada menos que la “autonomía” (esa gran conquista de la Reforma de 1918) para producir este “ajuste” salvaje contra las propias condiciones mínimas de trabajo en la institución para cuyo trabajo fue conquistada esa autonomía. Es, esa invocación, una obscenidad perversa.

La sociedad para la cual trabajamos, la que paga nuestros salarios, no se merece este tipo de afrentas. Es ya en este primer sentido que decimos que la cuestión es profundamente política: en el sentido de que la polis, la comunidad de los ciudadanos, es aquella ante la que debemos rendir cuentas, y es la que en su conjunto  debe tomar riendas en el asunto. Pero para que eso sea posible, debemos empezar por informarla y convocarla.

Hay también otros sentidos más precisos y “concretos” en los que esta es una cuestión política. Otro de los argumentos “perversos” que se nos da es que los docentes “mayores” deberían dejar el lugar a los más jóvenes que vienen “empujando”.  O sea, encima de perjudicarlos abusivamente desconociendo elderecho  que les otorga una Ley nacional que contempla la opción por cinco (cinco, no veinte) años más, se los acusa de “taponar” el ascenso de los jóvenes, así como de estar “reteniendo” salarios que podrían usarse para rentar a una parte de los ad honorem . El viejo truco de dividir para reinar. Pero –aparte de expresar una ideología canallescamente neoliberal basada en una competencia “generacional” por el acceso a los recursos escasoseste argumento mezquinamente “administrativista” no resiste el menor análisis de política académica racional: con la mayoría de las cátedras sobresaturadas de estudiantes y subdotadas en términos de recursos humanos (pocos auxiliares sobreexplotados trabajando en la precariedad que ya vimos), lo racional sería desdoblarlas, crear nuevas cátedras para las mismas materias, sustanciar concursos, así “haciendo lugar” para los docentes jóvenes, y al mismo tiempo respetando los derechos de los actualmente al frente de esas cátedras.

Por supuesto, ello implicaría la decisión política de pugnar por un sustantivo incremento de presupuesto para la UBA (cuyos recursos están atrasadísimos no solamente en términos salariales, sino infraestructurales, edilicios, etcétera), y esto es lo que la actual conducción de la UBA no está dispuesta a hacer, sustituyendo esa política justa por una verdadera “guerra del cerdo” contra los docentes “mayores”.

¿Por qué no está dispuesta a hacerlo (como tantas otras cosas que harían falta)? Esta es una segunda dimensión de política “precisa y concreta”. La conducción de la UBA es hoy una estrecha entente  entre sectores cercanos al gobierno nacional, sectores de la UCR y sectores vinculados al PRO. Los que en el plano de la política nacional aparecen como adversarios irreconciliables conforman al interior de la UBA una bien coordinada SRL (Sociedad de Responsabilidad Limitadísima) cuya función principal, más allá de los posicionamientos políticos individuales, parece ser la de garantizar la autoreproducción in aeternum  de ese círculo de poder, de una suerte de “oligocracia” superestructural ajena a la vida cotidiana, material y concreta de las “bases” (docentes, estudiantes, no-docentes) que sostienen el trabajo universitario día a día, hora tras hora.

Discutir a fondo cuestiones como la presupuestaria significaría, para este grupo, entrar en estado de potencial conflicto con el gobierno y los partidos o grupos políticos que los sostienen. Eso –que además implicaría una movilización masiva del conjunto de la comunidad universitaria en apoyo a los reclamos- no pueden permitírselo: pondría en riesgo aquella autoreproducción permanente y su aferramiento al poder. No es verdad que en la UBA haya hoy “democracia”. En los hechos es una ínfima minoría la que está en posición de tomar las decisiones importantes, ya que por ejemplo –en otra vuelta de esta espiral hecha de círculos viciosos- la inmensa mayoría constituida por los docentes “interinos” no tiene derecho a formar parte de los consejos directivos de las facultades sino a través de la muy discutible ficción de los “graduados”. Ni hablemos de un sistema de representación “indirecta” que permite un férreo control de los padrones electorales (y esa es una razón nada menor del “cajoneo” de los concursos, sean puros o de renovación), de tal modo que hace ya décadas que se llega a las Asambleas universitarias sin las potenciales sorpresas proporcionadas por un auténtico debate plural, sino con todo bien “atadito” por los cabildeos desarrollados entre unos pocos en los pasillos y las oficinas oscuras.

Hace ya mucho tiempo que se requiere imperiosamente de una transformación profunda de los estatutos de la UBA, y muy particularmente de sus formas de gobierno, una transformación orientada a otorgar una auténticaciudadanía universal  a todos sus miembros, incluso poniendo en discusión muchas características del sistema de “claustros”. Para decirlo sucintamente: en la UBA ya resulta indispensable una gran segunda Reforma Universitaria, que la ponga “al día” con la “democracia radical”. Desde ya: para hacer esto –para hacer algo que no significa ninguna extrema “revolución maximalista”, sino sencillamente poner a la UBA “dentro de la ley”, como cuando se le pide que simplemente acate la Ley 26509- va a haber que pelear; el anquilosamiento en el poder de la SRL es pétreo, y no va a ser fácil sacudirlo.

Finalmente, y ampliando el círculo, hay una responsabilidad política del Estado nacional que no puede ser soslayada. La autonomía de las universidades nacionales lo es por supuesto respecto del gobierno, de los partidos políticos, de las empresas y corporaciones privadas y demás. No puede serlo de ninguna manera  respecto de la sociedad que la sostiene y para la cual, como ya hemos dicho, la Universidad trabaja. Por otra parte, la UBA no es  económicamente autónoma: siendo estatal y gratuita –y esta es una condición que debe ser mantenida y defendida a rajatablas- depende financieramente del Estado nacional. Es también a él, y no solamente al gobierno de la UBA, al que hay que exigirle que se haga cargo racionalmente de su mantenimiento, su crecimiento y su adecuado funcionamiento. Así como es el Estado nacional el que debe garantizar –a través de los mecanismos judiciales y / o parlamentarios que correspondan- que una institución estatal como la UBA acate las leyes del Congreso y el Estado, como en el caso de la 26509. No se puede permitir que nada menos que la Universidad más grande de la Argentina (y probablemente del mundo, como decíamos) esté lisa y llanamente fuera de la ley.

Habría muchísimo más que discutir, incluso desde una perspectiva “filosófica” muy amplia. ¿Qué significa en la sociedad actual haber alcanzado la eufemísticamente llamada “tercera edad”? Por poner un ejemplo grosero, ¿significa lo mismo, digamos, para un trabajador minero o un peón rural sometido a intenso desgaste físico, que para un docente universitario o un intelectual en general, que en condiciones normales a esa edad conserva y aún puede acrecentar los recursos de su trabajo mental? El hecho de que el sistema capitalista global esté estructurado sobre una rígida e irracional división entre el trabajo “manual” y el “intelectual” –algo que además en las últimas décadas ha cambiado sustancialmente, por lo menos en las ramas más tecnificadas de la economía- ¿significa entonces que no  debemos tomar en cuenta los efectos de esa diferencia, cuando al mismo tiempo nada hacemos para transformar de raíz ese sistema?

También podríamos discutir qué significa hoy producir  intelectualmente dentro de una institución como la UBA. Desdeluego, no es siempre imprescindible ser un universitario diplomado, o ser profesor universitario, para tener una producción intelectual crítica e interesante. Maquiavelo, Spinoza, Marx, Freud, jamás dieron clase en una universidad. A Walter Benjamin le fue rechazada su tesis de habilitación (que se transformaría en ese extraordinario libro titulado El Origen del Drama Barroco Alemán) para la Universidad de Berlín. Entre nosotros, Jorge Luis Borges no alcanzó nunca el título universitario. Ahora bien: ¿pueden esos casos excepcionales ser tomados como ejemplos para negar que gran parte del mejor trabajo intelectual es desarrollado por quienes son también  docentes universitarios, y lo es hasta mucho después  de los famosos 65 años (en algún otro lado hemos citado casos canónicos como los de Claude Lévi-Strauss o Hans-Georg Gadamer, fallecidos respectivamente a los 101 y 104 años en pleno ejercicio de la docencia y la escritura; en la propia UBApodemos citar ejemplos recientes como los de David Viñas o León Rozitchner, ambos fallecidos a los casi 90 años en plena actividad)? Y que no se nos diga que los profesores “mayores” de la UBA pueden ser contratados o declarados consultos. En primer lugar, eso no soluciona el problema de los docentes mal llamados “auxiliares” que hace años y años que esperan sus concursos cuando han alcanzado su edad “provecta”. En segundo lugar, aún los profesores (titulares, asociados o adjuntos) son contratados o consultos con una renta paupérrima que en la mayoría de los casos se reduce a una dedicación “simple” sin consideración de la antigüedad. Esdecir: volvemos al debate presupuestario y todas sus ramificaciones políticas que ya hemos enumerado.

Y de todas maneras, para volver a la pregunta: ¿qué significa realmente nuestro trabajo intelectual en la UBA? No es un secreto que el mismo está cada vez más constreñido por un sistema crecientemente “productivista”, tecnocrático y burocrático (“kafkiano” en el sentido vulgarizado del concepto) bajo el cual se termina “premiando” (es una manera de decir) con becas, subsidios e “incentivos” –otro eufemismo perverso para hablar de compensaciones “en negro” a los salarios insuficientes- se termina “premiando”, decíamos, la repetición o el reciclaje anodino y rutinario de siempre los mismos papers  para congresos inconducentes o revistas “indexadas”, los resultados de enjundiosas investigaciones Ubacyt son sepultados en algún archivo mohoso al que nadie jamás tendrá acceso, mientras muchos que escriben voluminosos e importantísimos libros no reciben el más misérrimo “puntaje” con el cual engrosar su curriculum vitae .

En fin, ¿para qué abundar? Por donde le busquemos la vuelta, la conclusión es siempre, dramáticamente, la misma: la UBA está en franca crisis. Así, no da para más, y sólo puede retroceder hacia un tobogán de patética decadencia. Hemos llegado al punto en que se nos obliga a decir –con un lenguaje anacrónicamente reminiscente de la filosofía de las Luces del siglo XVIII- queeste embate contra los “jubilables” es el síntoma de una política de barbarie, oscurantismo y sinrazón. No obstante, la UBA sigue siendo –casi exclusivamente por el trabajo apasionado y “a pulmón”, en las peores condiciones, de aquellos docentes, estudiantes y no-docentes que la siguen amando pese a todo- una de las dos o tres universidades más prestigiosas de América Latina. Es nuestra tarea defenderla, allí donde sus desautorizadas autoridades no lo están haciendo (y al contrario, consciente o inconscientemente están contribuyendo a su catástrofe).

Afortunadamente, la comunidad universitaria ha demostrado tener aún capacidad de reacción. El escándalo de los “jubilables” ha operado como el emergente de un malestar estructural que parece estar encontrando en ese pre-texto  (en el mejor y estricto sentido del término) una vía para volver a poner en el tapete las cuestiones profundas de su malfuncionamiento. Más allá de que puedan “solucionarse” (ni siquiera sabemos bien qué querría decir esto) los injustos casos particulares, el actual “encrespamiento” de las aguas debería servir para ahondar en el debate de una buena vez, para “patear el tablero” en la más saludable de las acepciones de esa expresión.

uba2-001.jpg La acción más inmediata que podemos realizar es la de aportar de todas las formas que se nos ocurra para hacer que el acto político-académico del 8 de junio sea, como dijimos, un acontecimiento multitudinario y radicalmente democrático de denuncia y reflexión crítica. Distribuyamos esta convocatoria entre todos nuestros amigos, colegas, conocidos, familiares, contactos personales, políticos, mediáticos o lo que fuere, tanto dentro como afuera de la UBA e incluso de los ámbitos educativos, ya que, repetimos, este debería ser un tema de interés general y urgente para toda la sociedad nacional y, si fuera posible, internacional. Pero además, el acto del 8 de junio debería ser tan solo un punto de partida. Si queremos aunque sea orientar el proceso hacia los problemas de fondo, deberemos seguir bregando más allá de él y continuadamente por los medios más intelectual y políticamente rigurosos y consecuentes, pero también los más creativos y plurales. ¿Conocemos artistas, escritores, grupos de teatro, cineastas, poetas, científicos, periodistas, músicos, diseñadores, bailarines, “graffiteros”, lo que sea? Activémoslos. Convoquémoslos a que, haciendo lo que mejor saben hacer, “inventen” modos múltiples de hacer llegar esta problemática y este debate al espacio público, por supuesto los universitarios, pero también las calles, las plazas, los medios de transporte, los lugares de trabajo y reunión.  Transformemos el debate sobre la UBA en una gran movilización de las más creativas energías sociales. Desde ya, hay infinidad de otras situaciones sociales, políticas y culturales que pueden ser tanto o más importantes que la crisis de la UBA. Pero ahora es esto lo que tenemos entre manos. Y es una causa más que justa, que seguramente sensibiliza a una sociedad que fácilmente y por excelentes razones puede sentirla como suya. No desperdiciemos la oportunidad de una discusión importante, bajo la consigna más general pero también más estricta posible: No a la destrucción de la UBA.

 

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1 junio 2012 5 01 /06 /junio /2012 20:38

el-puerto-001.jpg

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30 mayo 2012 3 30 /05 /mayo /2012 15:49

¿Qué sentís cuando me ves?.

La experiencia cinematográfica del espectador 

Por Anxie Brennan

amelie.jpg Siempre resulta bueno y extremadamente útil compartir vivencias y opiniones con los otros en un espacio propicio. ¿Y qué mejor especio que un curso de análisis de films que brinde cada semana los elementos y herramientas más enriquecedoras?

El jueves pasado, la biblioteca de usados abrió sus puertas para mostrar tres alternativas diferentes de ver el cine a través de cortometrajes, cada uno con una estética particular, claro. Estos cortos relatan cómo es la experiencia cinematográfica del espectador, estableciendo una suerte de complicidad con todo aquel que los mira, además de mostrar lo que cada uno ya sabe pero esconde en su más profundo inconciente. Al verlos, este sentimiento sale a la luz y entra en juego un debate más vivencial que otra cosa.

El más representativo es el primer corto, de Takeshi Kitano, que se remonta a lo más minimalista de los escenarios y de los actores (sólo dos son suficientes para contar esta historia). Se recalca, mediante simbolismos y metáforas, lo mejor de ir al cine, ese ritual o ceremonia para la que todo el mundo se prepara, a pesar de que una cinta (en este caso, un antiguo rollo de celuloide) se corte o queme, como en las viejas épocas. Lo que realmente importa aquí es aquel sentimiento que despierta en un hombre (tomado en contrapicado por delante de la luz del proyector; plano homenaje a “Cinema Paradiso” de Giuseppe Tornatore) la idea de ir al cine, un cine alejado de la ciudad, derruido, abandonado, decadente en donde el protagonista pasa la mayor parte de su día, sin importar que no haya podido ver entera la película que quería. Sólo estuvo allí, presente y testigo de lo que pasara frente a sus ojos, en aquella pantalla vieja, sea lo que fuera que esté viendo. En este caso, un guiño del director hacia mismo, quien se animó a incluir una de sus películas dentro de otra, dentro de este cortometraje simple, pero rico.

“Acerca del cine”, el segundo corto del que lamentablemente no recuerdo su director, opta por la mirada de un nene de 5 o 6 años como elemento vital. Todo lo que ve representa esa “fiesta” y ovación hacia la colocación de una pantalla de tela en medio de una plaza pública y las sombras de las personas dibujadas en ella. Esto cautiva y atrae más al chico que la propia película proyectada después, momento en que el nene se queda profundamente dormido sobre su silla (por no decir “butaca”). El cine en la calle, el cine como festividad y la proyección de una película que es responsabilidad de los “hombres detrás de la tela” que resultan ser mucho más importantes que la cinta misma.

El tercer y último corto apunta a la mirada opuesta: el desinterés de algunos espectadores, no por ir al cine, sino aquel que aparece antes, durante y luego de una película. Eso explica porqué se muestra a dos personas enviándose mensajes entre sí a través de sus celulares, en plena función de la “Juana de Arco” de 1928, de Carl Theodor Dreyer como símbolo de la muerte de esa magia de ir al cine, de la previa de las proyecciones y de las sensaciones múltiples que causa ver una película. De nuevo aquí una película dentro de otra y una puesta en serie impecable, aunque inusual.

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23 mayo 2012 3 23 /05 /mayo /2012 20:56

La mona, aunque se vista de seda, mona queda…

Por Laura Oroña

Esta película habla de la esencia de las personas, y de cómo esta se mantiene inalterable a través del tiempo y de las mutaciones que puedan ocurrir en nuestro interior como en nuestro exterior.

la-piel-que-habito-2011-banderas-anaya.jpg Vicente es un hombre que, por circunstancias ajenas a su voluntad, termina atrapado, encerrado en el cuerpo de una mujer.

En los créditos vemos las letras rojas, resaltadas con un borde color piel. El rojo es más grueso y más abundante que el bordeado, esto es porque prevalece la sangre, la identidad de la persona, no así su piel, que es, en definitiva, su aspecto externo, el envase. El mismo título lo dice, habla de alguien que habita esa piel, está ahí de manera temporaria y circunstancial, pero no es su piel, no le pertenece, no la eligió.

La escena que sigue nos muestra ya a Vicente/Vera encerrado, bajo tres tipos de enrejados diferentes. Esta sensación de encierro es constante en la película, siendo una de las más representativas aquella en que se enfoca a Vicente detrás de una serie de dilatadores que le provee Robert para que pueda expandir su vagina.

También vemos a Vicente en uno de los afiches que promociona la película, encerrado en una máscara que nos provoca una sensación de claustrofobia. Quizá la misma que sufre Vicente al estar encerrado en una piel que no es la propia, y de la cual solo puede escapar abstrayéndose, mirando hacia dentro de si mismo y ejerciendo control mental.

Cuando Vicente es raptado por Robert, es reducido a la condición de un animal, tirado en un sótano, sucio y comiendo con la mano de manera desesperada. De allí, renace en la piel de Vera.

Al principio, no acepta su nueva piel y su nueva apariencia, y es por eso que opone una feroz resistencia. Y esta resistencia se ve, a mi entender, cuando está vestido con un body negro, que da una sensación de contraste, de negación. Ahí trata de matarse, lo cual tampoco logra porque es salvado por Robert.

Progresivamente, el body va mutando a uno de color natural, y esto es que Vicente va aprendiendo el control mental y el espacio interior desde la práctica del yoga y logra entender que lo importante no es la apariencia, sino la esencia.  Que está encerrado en esa piel y que lo único que puede hacer es amigarse con ella, habitarla.

Ese ve totalmente representado en los grafitis de la pared, donde escribe “respiro” y dibuja una mujer con cabeza de casa: el cuerpo es el de una mujer, pero su cabeza está segura, resguardada en un hogar, en el espacio que él mismo construyó para si. Para no permitir que lo exterior contamine lo interior.

Y es por eso también, quizás, que vuelve a hacer aquello que solía hacer en el negocio de su madre y que lo hacía felíz: el collage sobre muñecos de arcilla. Que no importa cuántas capas de telas floreadas pueda poner sobre ellos, en el fondo siguen siendo de arcilla. Y la arcilla está ahí, vestida, disfrazada, con un aspecto diferente, pero es la base del muñeco.

Finalmente, llegamos al momento en que Vicente se ve reflejado en el periódico, lo cual rompe su paz interior y lo lleva a matar tanto a su raptor como a la madre de éste. Y no es casual que en ese momento este también de negro. Es un signo de rebelión y disconformidad con su apariencia. El mundo exterior vino a irrumpir su calma y lo movió a actuar.

Y termina la película con un Vicente habitando el cuerpo de una femme fatale, radiante y femenina, pero que, en sus últimas palabras, reafirma su esencia y su verdad ante los que ama: Soy Vicente.

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22 mayo 2012 2 22 /05 /mayo /2012 14:57

La piel que habito, historia de venganzas

Por Enrique Luis Sánchez

Estamos frente a dos venganzas, la primera cuidadosamente planificada e inexorablemente ejecutada, en tanto que la segunda fue pensada paso a paso a lo largo de seis años, prolijamente registrados, y que solamente espera su oportunidad. Sin embargo, como en un juego de espejos, el vengador termina ejecutado y el objeto de venganza se erige triunfador.

Nada es lo que parece y, sin embargo, las piezas calzan perfectamente, como un puzle o como en los trozos de piel que Robert tan bien y prolijamente hilvana sobre la piel de Vicente, devenido en Vera. la-piel-que-habito-2011-01.jpg

Cual moderno Pigmalión o nuevo Dr. Frankestein, Robert perfecciona su técnica y la aplica paso a paso, sin prisa, aparentemente contando con la complicidad implícita de Vicente/Vera, quien, pudiendo deshacerse de implantes y suturas, deja que el amo prosiga su obra a su arbitrio, llegando incluso a la dilatación vaginal en pos del perfeccionamiento de su obra.

Esta Galatea se asemeja a Gal, una Gal milagrosamente redivida, ahora sí solamente suya, impoluta, sin rastros de su engaño ni huellas del fuego sobre la piel.

Pero el plan falla: Gal (Vera) vuelve a ser poseída por Zeca y Robert ve su obra mancillada, y a modo de rabiosa rebelión, la posee por primera vez. Robert no duda en deshacerse del transgresor Zeca, vengando de esta forma dos veces el mismo avasallamiento.

Cuando la obra parece concluida, armoniosamente ejecutada, Vera se reconoce en Vicente, y todo su encono acumulado estalla en un encuentro final de sexo y muerte. Galatea se ha vengado. Vera asume su nuevo estado, pero recupera a Vicente frente a su madre.

Sin embargo, ya nada podrá ser como antes. Es incierto el futuro de Vera/Vicente, como un Jano de dos caras que nunca sabrá cuál es la verdadera.

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22 mayo 2012 2 22 /05 /mayo /2012 03:09

 

“Fiesta de disfraces”

 Por Paula De Giacomi

La-Piel-Que-Habito Fue bastante difícil estar sentada (intentando) escribir algo sobre “La piel que habito”. Demasiadas complejidades, detalles, imágenes y caminos bifurcados (para mi gusto) y quizás por eso, no pude más que focalizarme en lo más simple y evidente, la “piel”. Ya el título nos habla de la misma.

¿Pero a qué se refiere? ¿Qué es lo que nos define: es la piel con la que vivimos, con la que vestimos lo que hace que seamos quienes somos, o es lo que esta en nuestro interior más allá de lo externo, nuestra esencia?

Dudo haber podido responder esta pregunta, pero sí pude ver los diferentes significados que tiene para mí “la piel” en la película de Almodóvar.

Roberto es un prestigioso (e inescrupuloso) cirujano que esta investigando sobre una piel llamada “gala”, que es el resultado de una (extraña) experimentación que surgió a partir de la “transgénesis”. Esta nueva piel, es artificial, más dura y resistente que la humana, por ejemplo puede soportar quemaduras y picazones de insectos sin sentir dolor esto lo demuestra la escena en que Roberto quema y pone un insecto sobre la piel de Vera y ella dice no sentir nada. Esta nueva piel parecería ser una especia de “aislante” a determinadas sensaciones.

Encuentro en la película varios objetos simbólicos que para mí se asocian a la “piel”, por ejemplo los guantes de látex de Roberto. Como cirujano es esa “piel” que él se pone para tocar (o no tocar) a quienes (por elección o no tanto) tiene bajo su poder en el quirófano, guantes delicados, asépticos, que no permiten el más mínimo contagio con nada que venga de ese otro. Los guantes definen (simbólicamente) su profesión y ciertos rasgos “aparentes” (quizás justamente opuestos a los reales) de su personalidad.

También lo vemos colocando una delicada trama de “piel” sobre un maniquí sin cabeza, que en un fundido la cámara nos muestra como resultado la nueva piel de Vera (el otro personaje principal de la película). Vera completa la secuencia con la cabeza que le faltaba al maniquí, el maniquí (sin vida) es ahora suplantado por alguien que no parece tener libertad de movimiento (como ese objeto anterior) pero sí tiene cabeza, esa cabeza que (como decía la mujer de la televisión) es ese mundo interior en el que nadie podrá acceder por mas manipulación que se intente hacer. Esa cabeza es en realidad donde ella habita, su verdadera “casa” (como los dibujos en la pared que muestran un cuerpo humano con una casa dibujada en lugar de cabeza).

Pero también es real que vamos por la vida llevando “pieles”... Como la mujer de Roberto, que lleva esa piel quemada por el incendio (quizás las llamas como símbolo de su propia pasión) y luego cubierta de gasas, esas vendas que casi se convirtieron en parte de su propio organismo, respirando olor a “carne quemada”. Esa misma piel destrozada que al verse reflejada en el vidrio de la ventana hizo que Gala se tirara al vacío, porque en ese instante, esa piel horrorosa la definía y eso era demasiado insoportable.

Y el disfraz de tigre de Zeca, colorido y peludo también puede igualarse a la piel, cargando esa marca de nacimiento que lo hacía inconfundible. Ese disfraz de “rey de la selva” que lo dejó muerto como un perro sobre la cama ensangrentada.

Y el vestido rosa, aniñado e inocente de Norma que la representaba. Esas ropas que le apretaban y le daban una sensación “claustrofóbica”, como ella misma decía. Por eso no soportaba ponerse ropa entallada cuando estaba internada, quizás porque en esa instancia, ya su mente no soportaba más los límites, como su cuerpo.

Y el uniforme de sirvienta de Marilla, ese uniforme que la mostraban como algo que en realidad no era, pero era el papel que había representado durante toda su vida al lado de Roberto. No era “necesario que te lo pusieras” le dice él, pero ella se siente más cómoda con esa ropa, que con la verdad que le esconde a Roberto, su hijo.

Y la máscara de Roberto en el momento del secuestro, ese goma que lo “cubre” (o lo muestra en su esencia) porque la cara de un cirujano prestigioso no puede aparecer en el momento en que se le apunta a alguien con un arma, para luego secuestrarlo.

Vicente, el otro personaje de esta historia, trabaja en un local de ropa usada, su madre es modista y en la primera imagen que tenemos de él, se lo ve vistiendo a un “espantapájaros” que funciona como maniquí en una vidriera.

En otro momento, lo vemos cociendo y cortando retazos de tela sobre este muñeco, un cierto paralelismo entre la actividad de Vicente, que le da rasgos de vida humana a un muñeco, y el oficio de Roberto, el de manipular como muñecos a quienes tiene, en realidad, vida.

Vicente le ofrece a Cristina, la empleada (lesbiana) del local y su compañera de trabajo, un vestido de flores para que se lo pruebe, pero con o sin vestido estampado, Cristina sabe perfectamente dónde esta su objeto de deseo, y no es en Vicente precisamente. Es este mismo vestido que usará él (ya transformado en Vera) en el final de la película donde, con sus ropas de mujer y su infaltable campera de cuero (ya no negra y masculina, sino roja como el color de la sangre) seguirá habitando (a pesar de que ni siquiera su propia madre lo reconoce) en la cabeza de Vicente.

Vera/Vicente, que vistió una piel “demasiado fina” en algún momento marcada con cortes, cicatrices y quemaduras, con roces de cadenas en sus muñecas y tobillos. Luego pasará a estar cubierta con un “body” que no le dejaba entrever ni un centímetro de su verdadera piel (que a esa altura de “verdadera” ya no tenía demasiado) para terminar llevando esa piel artificial creada por Roberto.

Vera pasaba las horas rompiendo vestidos de mujer (esos que quizás le recordaban a su vida pasada) armando con esos fragmentos las “pieles” de sus objetos, como las esculturas de Louis Bourgeois, con retazos de tela que en su conjunto formaba otra cosa, y amasando arcilla para darle forma a esas caras sin vida que la miraban constantemente (incluyendo la de Roberto).

La “piel” que Vera habita no es la propia, fue creada, trasformada y mutilada por Roberto. No es propia la ropa que la viste, pero (como dije anteriormente) tampoco lo es el uniforme de sirvienta de Marilla, ni el disfraz de Zeca, ni las gasas que tapan el cuerpo de Gala, ni el vestido rosa de Norma, ni siquiera los guantes sépticos de Roberto. Todas estas “pieles” los cubren, los representan, o quizás, simplemente los “tapan”. 

 

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6 marzo 2012 2 06 /03 /marzo /2012 23:47

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Para los que aman el Cine y quieran disfrutarlo más intensamente.

No se requieren conocimientoios previos.

 

Todos los martes (coordina Gisela Manusovich) 

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Coordinación General:  Lic. y Prof. Gisela Manusovich

 

 

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Las vacantes son limitadas. La asistencia al curso es sólo mediante reserva previa solicitándola a este mail: gisemanusovich@gmail.com


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1 marzo 2012 4 01 /03 /marzo /2012 14:20

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27 febrero 2012 1 27 /02 /febrero /2012 15:32

georges-melies-a-trip-to-the-moon-le-voyage-dans-la-lune-pa.jpg

Hace 12 años que una y otra vez, y no me cansaré de hacerlo, voy presentando a George Meliés a mis distintos grupos de alumnos.

Y siempre me conmuevo, me apasiono.

Y cada vez que lo hago me pregunto ¿cómo puede ser que aún nadie haya hecho una maravillosa película sobre su magia?.

El sábado fui a ver La invención de Hugo Cabret.

Sentí como si el mismísimo Scorsese me hubiese escuchado.

¡Me emocioné tanto! pude palpitar el mismo tono, el mismo encantamiento con el que trato de hacer conocer al genial Meliés. Su mundo de lo imposible, apenas a un rato de existir el cinematógrafo, bailando y estallando ante esas miradas nuevas.

La mía estaba igual, mi mirada, como si estuviese en 1900.

Juro que gran parte de la película la vi con la boca abierta y las mejillas húmedas.

Quizás sea porque es la primera vez que voy al cine desde que soy mamá y el mundo se ve distinto... hay algo de lo maravilloso e inconmensurable que ve Hugo a través del reloj que también siento desde hace tres meses y Scorsese supo tocar esa cuerda, tensada, afinada por el increíble Meliés.

 

 

 

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